“Cuando por fin vimos tierra habían pasado 15 días. Lo primero que recuerdo de aquella costa desconocida fueron tres carros: uno blanco, otro rojo y uno último negro. Brasil, pensé. No, esto es Panamá, me dijeron. Era 1937.
Hacía un calor de mil demonios. El barco se detuvo durante tres semanas, o algo así; en todo caso fue un tiempo eterno. El canal estaba cerrado por una huelga de trabajadores. Mala suerte. De ahí, el viaje continuó hasta Buenaventura, luego a Popayán y nuestra última parada, después de un camino a lomo de mula, fue un paraje en algún lugar del Cauca que nos habían pintado como una gran hacienda con tractores y…